Quienes tengan la fortuna de ser padres, saben que no hay mayor responsabilidad en el mundo que la paternidad. Esta responsabilidad es indelegable y no descansa nunca, ni cuando traspasamos temporalmente por unas horas la custodia de nuestros hijos al centro educativo, instituto o universidad donde asisten entre semana.
No hace falta ser detective privado, para ser consciente que nuestros hijos, como todo ser humano, se enfrenta a diario a múltiples problemas y amenazas. El círculo de protección con el que rodeamos a nuestros hijos desaparece cuando éstos atraviesan el umbral de la puerta de nuestro hogar. Es ahí, donde no llegan nuestros ojos, donde se corre el tupido velo del desconocimiento, donde comienza el tenebroso área de la incertidumbre, de los riesgos y de la inseguridad.
Si quiere evitar riesgos o poner solución a los problemas antes de que sea demasiado tarde, es fundamental:
- Saber qué hacen nuestros hijos más allá de nuestro círculo de protección.
- Saber qué lugares y compañías frecuentan.
- Saber si consumen alcohol y/o drogas y qué grado de exposición tienen a ellas (por el ambiente que frecuenten, o sus amigos).
Ante la más mínima duda o sospecha: solicite la ayuda de detectives privados.